Él me miraba. Pude ver que sus pupilas me enfocaron, y lejos
de sentir una violencia incontenible, descubrí sorpresa y curiosidad en aquellos
ojos más grandes que mi cabeza. Volvió a inhalar, esta vez más fuerte porque
tenía ante sí lo que antes había descubierto. Movió la cabeza en sentido
horizontal, y yo lo interpreté como un signo de bienvenida. Y sin ninguna clase
de vacilación, fui hacia la puerta y salí.
El rocty me localizó otra vez, y vino trotando en mi
dirección. Por extraño que parezca, supe que no me haría daño: la ausencia de
un rugido amenazante me lo dijo todo. Cuando me tuvo a su alcance, acercó su
hocico a mi cuerpo e inhaló una cantidad inmensurable de aire. Tuve que
esforzarme para no perder el equilibrio ante aquella depresión, pero mantuve el
tipo como pude. Desconectado totalmente de la realidad, levanté un brazo hacia
la mole asesina que tenía delante y toqué su áspera piel. Quise acariciarlo,
pero ese gesto resultaba inverosímil con un animal de semejantes
características, así que le froté la piel. No exagero cuando digo que me dolió
la mano ante aquel cutis tan rudo, pero no por ello dejé de masajearle el
hocico en un gesto que, esperaba, interpretara como amistoso.
Pareció gustarle, porque me dio un golpecito con su boca que
casi me tumba al suelo. Pero se lo agradecí con otro masaje, esta vez con mi
otra mano. Escuché a Dúminel a mis espaldas, que se asomaba con una mezcla de
miedo y curiosidad. Casi como el rocty. Pensar aquello hizo que me dieran ganas
de reír, pero como ignoraba qué podía ocasionar en el animal ese gesto, tuve que
aguantar la carcajada. Éste se fijó en mi amigo, y avanzó hacia él.
– Acarícialo – me apresuré a advertir a Dúminel –. Como yo.
Dúminel, blanco de miedo, obedeció mis advertencias. Pero al
comprobar que el rocty era inofensivo, se relajó también. Tuve una idea, y
entré en la cabaña en busca de agua y verdura del día anterior. El rocty bebió
con una lengua rosada incluso antes de que le hubiera tendido el recipiente, y
se trago la verdura como si de un cacahuete se tratase.
No pareció gustarle demasiado, porque soltó un bufido y se
fue hacia el trigo otra vez. Decidí entonces que era mejor no tentar a la suerte
y mantenernos alejados. Dúminel me lo agradecería más adelante. Nos quedamos
entonces sentados en el cobertizo viendo al rocty comer nuestros cultivos como
si fueran suyos desde tiempos inmemoriables. Quizás así fuera.
Se fue a media mañana, cuando su apetito se satisfizo. Yo
sonreía, y creo que Dúminel también, aunque no recuerdo su expresión. Hace ya
muchos años de ese episodio. Sí recuerdo que, cuando el rocty se perdió de vista, el resto de los agricultores de aquel día salieron de entre la
vegetación con cara seria y gestos aterrorizados. Querían saber si estábamos
bien y si habíamos sufrido daños. Se quedaron con la boca abierta mientras le
contábamos lo que había pasado.
El resto de la jornada lo dedicamos a organizar las cosechas y las
plantas que el rocty había pisado con sus enormes extremidades. Nos fuimos a la
Ciudad Enterrada más tarde de lo normal, pero todos contentos de haber visto
una criatura como aquella.
Apenas puedo contar con los dedos de una mano las ocasiones
en que volví a ver un rocty. Es curioso que todas las personas que conozco
digan que se trata de una bestia feroz, amenazadora y letal. Puede que sea
cierto. Yo mismo vi de lo que son capaces esos mastodontes. Pero una cosa sí es
segura: aquel día, Dúminel y yo tratamos con el más absoluto respeto
al rocty. Nos sorprendió, nos atemorizó y nos paralizó. Pero también nos
demostró que es, como todos nosotros, una criatura que busca su lugar en este
mundo. Y como todos, necesita de otros seres con los que compartir su entorno.
Tan solo desearía que los humanos en la Tierra hubieran
hecho lo mismo conmigo. Y con ellos mismos.
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Espero que os haya gustado.
Más, dentro de un par de días.
¡Un saludo!
David Feijoo de Azevedo
Hola! Soy nueva en tu blog, y ya te estoy siguiendo(:
ResponderEliminarEspero que puedas visitar mi blog y seguirme de vuelta ^^ Un beso (-:
Hola, me encontré con tu blog así que tienes un nuevo seguidor, me quedo por aquí, un saludo
ResponderEliminarTe sigo ya, desde;
http://irresistibleleer.blogspot.mx
Precioso el fragmento y sus enseñanzas. Yo quiero un rocty al que acariciar!!
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