Sinopsis

Dentro de quinientos años, la humanidad será capaz de alcanzar uno de los planetas potencialmente capaces de albergar vida. ¿Qué pasaría si ciento once personas cruzaran el espacio durante más de veinte años para comprobar esta posibilidad? Con la tecnología disponible y los avances científicos alcanzados para entonces, mucho tendrían que decir estos viajeros sobre lo que encontrasen en él, e igualmente grande sería la responsabilidad que recaería sobre sus hombros. Porque, con todas las cosas que podrían pasar en la Tierra durante quinientos años, el que sobreviva a tan largo viaje se convertirá en la última esperanza para la humanidad.

La primera parte de Preludio del fin de la Tierra narra todo lo que tendrá que afrontar Gabriel cuando aterrice en un planeta al que no tiene más remedio que alcanzar, y en donde tendrá que emplear todas las habilidades a su alcance para mantenerse con vida y forjarse un futuro que no solo garantice su supervivencia sino la de la raza humana que queda en el moribundo planeta Tierra.

jueves, 25 de mayo de 2017

Experimentados. Parte I.

Hola a todos.

La siguiente entrada tiene que ver con unos de los personajes más importantes de la historia de Gabriel en el planeta CGT342, o como lo llaman en la Tierra, por causas lógicas, “Nueva Esperanza”. 
Se trata de los Experimentados: los gobernantes de la Ciudad Enterrada donde Gabriel pasará el primer año de su estadía en su nuevo mundo.

Os dejo con ella:
….

El Lugar de los Experimentados estaba abarrotado de gente aquel día. Un suceso que podría considerarse bastante peculiar; aunque, bien es cierto, era una situación que se venía repitiendo desde hacía varios meses. Las personas congregadas en el recinto, que gobernaban la Ciudad Enterrada, hablaban todos al unísono y resaltaban sus palabras con energéticos aspavientos; gestos que, de manera irremediable, se traducían en esfuerzos malgastados. Sencillamente, nadie tenía la atención puesta en escuchar. Al contrario: lo único que hacían era expresar sus inquietantes pensamientos e intentar hacerse oír entre el bullicio.

Había un único hombre que destacaba entre el cónclave de Experimentados. Atendía al nombre de Yántix, aunque pocos solían adivinar quién era teniendo el rostro oculto por una oscura capucha. Igual que él, muchos Experimentados solían cubrirse la cara con la misma capucha negra; pero ninguno se atrevía a permanecer de incógnito en el Lugar de los Experimentados. No porque estuviera prohibido ni nada por el estilo, sino porque hacerse conocer entre aquellas personalidades y destacar entre los Experimentados era algo que sobrepasaba sus intereses de anonimato entre el resto de la población.

Yántix resaltaba entre la gente reunida allí por permanecer en silencio, haciendo un enorme esfuerzo por evitar alzar la voz y mandar a callar a todos los presentes. Disfrutaba observando más que hablando, a pesar de las numerosas situaciones en las que se demandaba su actuación. Oculto entre las sombras de su capucha, Yántix disfrutaba viendo la incomodidad de todo aquel que intentaba penetrarlas, y, cuando lo conseguía, se deleitaba con la expresión de terror al vislumbrar sus blancos ojos, su nariz desfigurada y su rostro cubierto de manchas. 

Cuando Yántix decidía que era el momento de hablar (en realidad, imponerse verbalmente y hacer el silencio con su voz), se descubría el rostro. La reacción de temor que solía causar este gesto, era algo que le satisfacía sobremanera.

En el momento en que terminó de estudiar lo que acontecía en el Lugar de los Experimentados, se levantó de su asiento de piedra y se descubrió la cabeza. De inmediato, su garganta comenzó a lanzar los reflejos, inevitables y constantes, que hacían temblar su cuerpo entero y que le desgarraban sus cuerdas vocales en un doloroso y disimulado aullido. Caminó entre las mujeres y hombres Experimentados, en silencio y sin molestarse en apartarlos de su camino. Fue hacia el centro del recinto y lanzó un atronador grito. Por inverosímil que parezca, todos los Experimentados se callaron. La mayoría conocía a Yántix, pero eran escasas las ocasiones en las que hablaba, y nunca lo habían visto levantarse de su asiento. Estaba claro que todos debían prestarle atención.

– Compañeros – empezó a decir Yántix, aunque ninguno se creía que aquel calificativo tuviera algo de amistad o camaradería –. Entiendo lo que todos estáis diciendo. También es algo que me inquieta, aunque no por ello voy a dejar de actuar en consecuencia.

Su voz resonaba en el espacio como un golpe de mar contra un acantilado cubierto de afiladas rocas. Sus palabras hacían eco, y llegaban al oído de los presentes con una rotundidad que apenas admitía réplica alguna.

– El desconocido ha venido a nosotros. Quizás no sea casualidad que haya llegado precisamente aquí, pero no podemos dejar pasar esta oportunidad – el cuerpo de Yántix se movía con cada alarido que salía de su garganta, que se entremezclaban con sus palabras para generar una desconcertante, casi macabra, discordancia auditiva –. Este hombre, que dice llamarse Gabriel, asegura que viene de un planeta que llama “Tierra”.

– ¡Precisamente! – se atrevió a interrumpir una Experimentada –. ¡Eso nos da una idea de que miente!

Como si se tratara de una presa adentrándose a una guarida de depredadores hambrientos, todos miraron a la atrevida mujer que había osado interrumpir a Yántix. Su atrevimiento no se atribuía a que Yántix fuera un Experimentado destacado o jerárquicamente superior al resto; sino porque su rostro, su voz y sus gestos en ese momento apenas daban lugar a discusiones.

– Evidentemente, Syfán – respondió Yántix, desviando su mirada y cortando la voz de la mujer como si de un poder oculto se tratase –, tú no estabas cuando dos desconocidos salieron de entre los árboles, nos cerraron el paso y nos mostraron lo que habían hecho con cuatro habitantes de la Ciudad de los Árboles.

Un leve murmullo se levantó entre los Experimentados, y cuando Yántix volvió a hablar, cesó inmediatamente.

– Syfán – siguió Yántix, sin pestañear y sin quitarle sus albinas pupilas de encima –, puede que no te hayas enterado, pero aquel día esos dos individuos amenazaron a nuestra ciudad y sus habitantes. Tú incluida. Dos personas de las que no sabemos absolutamente nada y que daban la sensación de no pertenecer a ningún lugar que conozcamos.

>> Gabriel afirma venir del espacio. Y te perdono que no seas capaz de entender esta afirmación porque llevas muy poco tiempo entre nosotros y no te has instruido lo suficiente. Aunque sea falso lo que dice este hombre, no deja de ser un completo desconocido entre nosotros. Igual que esas dos personas que nos cruzamos hace ya varias Luces.

A pesar de que Yántix no dejaba de mirar a Syfán, el efecto de sus palabras intimidaba a todos los Experimentados de la sala por igual. Nadie se atrevía a hablar por miedo a que dirigiera su desfigurado rostro hacia una persona distinta.

– Sugiero dejar de discutir de una vez – prosiguió Yántix con un evidente gesto asqueado en su expresión – y empezar a aprovecharnos de él. No parece que comparta origen con el hombre y la mujer que nos amenazaron, y, a juzgar por lo que podemos entenderle, podemos estar seguros que no tiene intenciones ocultas o peligrosas hacia nosotros. Estoy seguro que Gabriel esconde muchas cosas, pero ninguna como la de los otros dos.

Dejó de hablar, aunque sus temblores y alaridos seguían llenando la sala de un desconcertante eco. Se tapó la cara con la capucha negra y se quedó de pie en el centro del Lugar de los Experimentados mirando en el anonimato a todos los presentes. Parecía estar a la espera de alguna respuesta que respaldara sus palabras e intenciones, aunque aquello sería una mera formalidad: Yántix sabía que era la única solución posible a la situación de aquel humano desconocido que había aparecido una noche pidiendo vivir con ellos. Y también lo sabían el resto de los Experimentados.

– Muy bien – dijo entonces Póltom, con su característico pelo blanco, largo y desaliñado –. Hagámonos su amigo. Démosle la bienvenida y mantengámoslo observado y vigilado. Interroguémosle disimuladamente y esperemos los acontecimientos. Después, decidiremos qué hacer con él.


Todos asintieron, y empezaron a salir del Lugar de los Experimentados con un único pensamiento: Gabriel nunca sería bienvenido a la Ciudad Enterrada.


1 comentario:

  1. Muy interesante la visión de los experimentados. El recelo a lo desconocido es lo más natural en el hombre y más aún si siente amenaza. Me gusta mucho cómo describes todo y el cauce que podrían tomar las cosas. También se deja ver eso de que van a pagar justos por pecadores o no!! Estoy deseando tener la obra en mi poder!! Besos!!!un abrazo!

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