Sinopsis

Dentro de quinientos años, la humanidad será capaz de alcanzar uno de los planetas potencialmente capaces de albergar vida. ¿Qué pasaría si ciento once personas cruzaran el espacio durante más de veinte años para comprobar esta posibilidad? Con la tecnología disponible y los avances científicos alcanzados para entonces, mucho tendrían que decir estos viajeros sobre lo que encontrasen en él, e igualmente grande sería la responsabilidad que recaería sobre sus hombros. Porque, con todas las cosas que podrían pasar en la Tierra durante quinientos años, el que sobreviva a tan largo viaje se convertirá en la última esperanza para la humanidad.

La primera parte de Preludio del fin de la Tierra narra todo lo que tendrá que afrontar Gabriel cuando aterrice en un planeta al que no tiene más remedio que alcanzar, y en donde tendrá que emplear todas las habilidades a su alcance para mantenerse con vida y forjarse un futuro que no solo garantice su supervivencia sino la de la raza humana que queda en el moribundo planeta Tierra.

sábado, 29 de julio de 2017

Transhumanos. Parte I.

Hola,

Después de muchas semanas, os dejo por fin con una nueva entrada. Soy consciente de que he tardado mucho, pero has ido por trabajo y nuevos proyectos. Además, la publicación del libro requiere mucho tiempo, que me quita para dedicarle al blog. 

Al menos sí he podido darle un empujón a la segunda parte: ya tengo cuatro capítulos escritos, o al menos el primer borrador de ellos. 

La siguiente entrada vuelve a la Tierra, para hacer justicia del título de la saga e indagar un poco en lo que pasará en los próximos siglos. Como os prometí, en esta entrada empezaréis a conocer a los transhumanos que viajarán en la nave junto a Gabriel.
Espero que os guste.




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La Tierra, edificio auxiliar de la OIVI. Año 2.513

Los doscientos diez transhumanos que en ese momento recibían instrucciones por parte de Gregory White, el jefe del equipo de psicólogos, apenas prestaban atención a las monótonas e irrelevantes palabras que soltaba el hombre en un vano intento por captar el interés de su audiencia. Todos ellos habían sido elegidos para viajar en la nave que cruzaría el espacio, y ninguno estaba de humor como para escuchar lo que White tenía que decirles: algo sobre mantener la mente activa y ocupada en todo momento, un tema que no hacían más que repetírselos una y otra vez.

Se encontraban en un auditorio, una especie de aula magistral equipada con las mejores tecnologías didácticas. A pesar de ello, ninguno hacía uso de ellas. No les hacía falta apuntar nada, ni grabar las palabras del psicólogo, ni hacerse oír entre los presentes para plantearle alguna pregunta por no haber captado algo o entendido lo que explicaba. Los doscientos diez transhumanos que oían la lección de White estaban demasiado ocupados haciendo trabajar con fervor su mente, ideando hipótesis sobre lo que les esperaba en un viaje de más de veinte años y lo que podrían alcanzar si tenían éxito. Todos, sin excepción, pensaban que no tenían mucho tiempo para escuchar las advertencias del jefe psicólogo sobre las posibles consecuencias de una confrontación en una nave que, por muy grande que fuera, se convertiría en diminuta con el pasar de los días, acrecentando la sensación de aprisionamiento, claustrofobia, aburrimiento, monotonía y en ocasiones cansancio que sentirían al cabo de pocas semanas. 

Por un lado, el grupo de transhumanos se sentía inquieto. No era una preocupación como tal, sensación que nunca había embargado sus corazones o sus mentes. Era más bien una incomodidad, como una piedra en el zapato que sin causar daño impide avanzar con normalidad. Y es que faltaban semanas para que abandonaran la Tierra, y con cada día que pasaba sentían que la gente a su alrededor se iba consternando más y más. Ellos no entendían por qué; al fin y al cabo toda aquella empresa estaba destinada a salvar a la humanidad como especie. Serían ellos los responsables de cumplir aquel objetivo, y sentían que tenían muchas cosas mejores que hacer en vez de estar perdiendo el tiempo con Gregory White.

Pero por otro lado, los doscientos diez transhumanos no podían evitar sentirse aliviados de abandonar para siempre aquel planeta destinado a morir y con él todos los seres vivos que todavía lo habitaban. Si hubieran podido adelantar la fecha de despegue, habrían buscado las pocas pertenencias que les dejaban llevar a la nave y hubieran puesto rumbo al planeta CGT342 sin mirar atrás. No tenían nada que les atara a la Tierra, y era a viva voz conocido que esta particular condición había sido vital para ser elegido entre los tripulantes de la nave. No había ninguno que no se alegrara de no tener familia. Eso y de que, al nacer, le hubieran impuesto el tratamiento MG.

Gregory White despidió a los transhumanos al cabo de dos largas horas, sintiendo que sus palabras habían caído en saco roto. Con un pensamiento ingenuo, supuso que los tripulantes no lo escuchaban por el nerviosismo que, pensaba, debían sentir con la fecha de despegue tan próxima. Era la última vez que recibirían instrucciones de él o de cualquier integrante de su equipo psicológico, pero pensaba que ya estaban preparados para las duras pruebas que les esperaba dentro de la nave durante veintitantos años de viaje. "Están listos", pensó.

Nada más salir del auditorio, los trashumanos se dirigieron a los pabellones a cambiarse para la cena. Era ya de noche, y el calor sofocante que había en el exterior de los edificios hacía imposible salir afuera sin sufrir una repentina falta de aire. Daba igual, porque en aquella época nadie sentía interés por lo que había más allá de las paredes de los edificios, y la mayoría de los humanos, transhumanos o no, discurría bajo techo y sin apenas pisar el exterior. 

Una vez cambiados, los trashumanos debían dirigirse al comedor para cenar. Y así lo hizo la mayoría. Comieron arroz, verduras y carne, alimentos que estaban químicamente modificados para disponer de los nutrientes que habían ido perdiendo en las últimas décadas. Ninguno habló con ninguno, y los cocineros y limpiadores que trabajaban en el comedor, que no eran transhumanos, creyeron que aquella falta de compañerismo se debía a que estaban muy preocupados por el viaje espacial. Ninguno se imaginó que, en realidad, aquellos transhumanos apenas necesitaban interactuar con la gente, ni siquiera con los que compartirían suerte y destino en los próximos años.

Al terminar la cena, los trashumanos se fueron a dormir como rebaños de ovejas amaestrados y ordenados. Todos disponían de una habitación con todas las comodidades, construidas exactamente igual a las que iban a disfrutar a bordo de la nave. En esos momentos tan tensos, incluso para ellos, ninguno reparó en que un grupo de tripulantes no había ido a cenar. Si hubieran desarrollado una relación un tanto más amistosa, se hubieran dado cuenta que hacía ya varias semanas que el mismo número de transhumanos no acudía nunca a las cenas, la única ocasión en la que la no había nadie de la OIVI que interactuara con ellos de alguna forma. 

A esas horas de la noche, a pesar del calor, ese grupo de transhumanos estaba reunido en el exterior de los edificios, lo más lejos posible del edificio principal y de las habitaciones. Hablaban sobre lo que harían cuando hubieran despegado de la Tierra, y discutían sobre cuáles eran sus mejores opciones para conseguir lo que planeaban. Una mujer llevaba la voz cantante, Eva Akselsen, que con su simpatía y empatía, ambas por igual, había logrado ganarse la lealtad de los que la rodeaban en esos momentos. 

Y lo que aquel grupo de transhumanos maquinaba, apenas obedecía las recomendaciones de Gregory White.




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Hasta aquí escribo. Sé que no es mucho, pero así os dejo con ganas de saber más sobre los trashumanos. Aunque se puede intuir leyendo los dos primeros capítulos del libro :D, pero recordad que estas entradas es para regalar al lector más detalles de la historia.

¡Un abrazo a todos!.

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