Sinopsis

Dentro de quinientos años, la humanidad será capaz de alcanzar uno de los planetas potencialmente capaces de albergar vida. ¿Qué pasaría si ciento once personas cruzaran el espacio durante más de veinte años para comprobar esta posibilidad? Con la tecnología disponible y los avances científicos alcanzados para entonces, mucho tendrían que decir estos viajeros sobre lo que encontrasen en él, e igualmente grande sería la responsabilidad que recaería sobre sus hombros. Porque, con todas las cosas que podrían pasar en la Tierra durante quinientos años, el que sobreviva a tan largo viaje se convertirá en la última esperanza para la humanidad.

La primera parte de Preludio del fin de la Tierra narra todo lo que tendrá que afrontar Gabriel cuando aterrice en un planeta al que no tiene más remedio que alcanzar, y en donde tendrá que emplear todas las habilidades a su alcance para mantenerse con vida y forjarse un futuro que no solo garantice su supervivencia sino la de la raza humana que queda en el moribundo planeta Tierra.

martes, 20 de junio de 2017

Humanos en la Tierra. Parte I.

Hola,

Hoy, por fin, publico una entrada sobre la historia de PRELUDIO DEL FIN DE LA TIERRA. En esta ocasión, os introduzco a los Legrand, una familia francesa que, como muchísimas otras en la Francia del año 2.513, tiene expectativas de formar parte de la expedición que viajará a Nueva Esperanza.

No quise meterme en el origen de esta petición, ni en las razones que tendrá la humanidad para querer hacerlo, ni ningún otro detalle porque haría que la entrada fuera demasiado larga. Mi intención es enseñaros lo que sufrirá los hipotéticos seres humanos del siglo XXVI cuando su única opción de supervivencia a medio y largo plazo sea abandonar la Tierra.

También os presento los transhumanos, aunque muy sutilmente.



Espero que os guste.

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Año 2.513.

Serge Legrand llegó a su casa dos horas antes del final de su jornada laboral. Era la quinta vez aquel mes en la que los trabajadores de la empresa farmacéutica donde trabajaba se iban antes de tiempo debido a la escasez de trabajo. Pero no era la falta de demanda de medicinas lo que ocasionaba este suceso; era la falta de materia prima para elaborarlas. No solo en su empresa, sino en toda Francia. Y, de hecho, en todo el mundo.
Lo primero que le llamó la atención cuando entró por la puerta principal fue la carta abierta que reposaba en la mesa del recibidor. Todavía conservaba la rigidez de los pliegues, y adivinó que Marcelle, su mujer, que también había trabajado en la misma empresa farmacéutica y que hacía tiempo que la habían despedido, ya la había leído. Cuando Serge la cogió, dejó caer su maletín. El sonido seco del estuche de cuero al chocar contra el suelo apenas se escuchó en su cabeza debido a los fuertes estallidos de su corazón que empezaron a retumbar de improviso.

La misiva, adornada con un membrete estilizado, decía:

Respuesta nº 3.456.329 a petición de pasaje.

Señores Legrand.
Desde la OIVI lamentamos profundamente tener que rechazar su petición de pasaje en la nave espacial con destino al planeta CGT-342. Somos conscientes de todo lo que deben estar pasando en estos tiempos tan difíciles. Sin embargo, por mucho que esta empresa necesite gente como ustedes, estamos apenados de no poder aceptarlos a bordo.
Tengan la seguridad de que todo este proyecto que estamos desarrollando en la OIVI no tardará en dar sus frutos, y guardamos la esperanza de que muy pronto podremos trasladar a las personas de la Tierra al planeta que se convertirá en el segundo hogar de la humanidad.
Por favor, no abandonen la esperanza, pues al otro lado de la galaxia hay un mundo albergando este sentimiento.
Atentamente,
Michael Roux. Director de la sede francesa de la Organización Internacional de la Vida.

Serge leyó la carta tres veces, y después una cuarta. No fue sino hasta la quinta vez que consiguió calmar los latidos dentro de su pecho, y tal fue su sensación de vacío que pensó que iba a sufrir un infarto. Dobló la carta según los pliegues, y sin recoger su maletín subió las escaleras de la casa.

Encontró a Marcelle en la habitación de su hijo Jean-Baptiste, tumbada en la cama mientras el pequeño de dos años jugaba con un león de peluche en la alfombrilla de espuma. Jean-Baptiste descubrió a su padre un par de segundos después de que éste se asomara por la puerta, y, soltando un grito infantil, corrió para saludarlo y recibir su dosis de abrazos, besos y cosquillas. Serge hizo un esfuerzo enorme por no romper a llorar ahí mismo mientras le rascaba la barriga al pequeño. Se tumbó en el suelo y desvió la atención del infante hacia su león con la esperanza de poder acercarse a Marcelle sin que Jean-Baptiste pudiera verlos. Lo consiguió, y pensó que iba a derrumbarse otra vez cuando se acostó junto a su mujer.

– Has leído la contestación, supongo – fueron las palabras de recibimiento de su esposa.

– Sí. La leí – se limitó a responder Serge.

No le hizo falta ver el rostro de su mujer para adivinar que Marcelle estaba llorando. Lo supo por cómo encogió su cuerpo al percibir el abrazo de Serge. 

 No te preocupes  intentó consolarla . Seguiremos insistiendo, y esta vez iremos nosotros mismos a hablar con...

 Edouard ha recibido la misma carta  interrumpió Marcelle . Y Gilbert. Y también Laura. Todas decían lo mismo. No aceptan a nadie. Nadie humano.

Serge guardó silencio. Era de sobra conocido por toda Francia, y quizás todo el mundo, que los tripulantes de la nave que se dirigiría a Nueva Esperanza serían todos transhumanos. 

Cerró los ojos por un momento, y, sin dejar de abrazar a Marcelle, sintió por primera vez que nunca debió rechazar la oportunidad que tuvo de convertirse él y su familia en transhumanos. 

La carta se deslizó del bolsillo de su camisa. Se dio cuenta que tanto su apellido como el número de respuesta habían sido escritos con una tinta y un tipo de letra distintos al resto de la carta: toda ella era una copia que la OIVI había enviado a los humanos corrientes que habían pedido un lugar en la nave espacial. La misma que habían recibido Edouard, Gilbert y Laura. 

Supo también, en ese preciso instante, que nunca llegaría a ver con sus ojos ese planeta al que habían llamado, engañosamente, "Nueva Esperanza".

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Hasta aquí la entrada de hoy. La siguiente será una escena muy similar pero desde el punto de vista de un transhumano.

Un abrazo a todos los lectores.




David Feijoo De Azevedo

7 comentarios:

  1. ¡Hola!
    vengo de la iniciativa "Sígueme" y quería avisarte de que acabo de seguirte ;). Te espero en mi blog para que me sigas devuelta :P.

    ¡Un abrazo!

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  2. ¡Hola!

    Qué ganas tenía de volver para ponerme a tope con tus entradas. Y más viendo esta última a la cual se nota que le has dedicado tiempo y cariño. Desde luego que cada vez siento más curiosidad por leer tu libro y bueno, te mando muchos ánimos para que sigas escribiendo, porque lo poquito que voy leyendo tuyo es genial, en serio.

    Un gran saludo,
    Mieze.

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  3. Hola!!
    Pues que sepas que no es mi estilo de lectura, pero me ha dado curiosidad con lo que has escrito ;)
    Sigue así!!
    Besos :33

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  4. Vengo de la iniciativa "Sigueme"
    Yo ya te sigo!
    Que esperas para visitar el mio? ♥

    http://woorldimagine.blogspot.com.ar/

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  5. Great post!

    You have a nice blog!

    Would you like to follow each other? (f4f) Let me know on my blog with a comment! ;oD

    Have a great day!

    xoxo Jacqueline
    www.hokis1981.com

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  6. Echo de menos tus entradas!!!

    No sé...a mí lo de transhumano me huele a gato encerrado. Yo soy mucho del pensamiento de que es peligroso jugar a ser Dios.
    Vuelve pronto!!
    Un besazo.

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  7. Great post dear. I am following you via gfc and g+ and I hope you follow back 😊
    www.deryaninsporgunlugu.com

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